EL PODER DE UN ABRAZO…

abril 17, 2020

Recuerdo que de niña solía maravillarme ante aquellos fascinantes e inexplicables actos denominados “magia”, los cuales parecían ser resultado de misteriosos poderes, que para mi pequeña e ingenua mente eran imposibles de comprender, pero no podía menos que admirar…

El tiempo ha pasado, ahora sé que la magia no existe y que solo se trataba de trucos profesionales. Sin embargo, debo reconocer que aún continúo sorprendiéndome, esta vez ante algunas cosas que para muchos parecen cotidianas, pero para mí representan MILAGROS.

Resulta que mi corazón de niña, se rehúsa a dejar de creer que SI existen superpoderes, los cuales cada día están al alcance de todos, pero en las prisas de la vida y el afán de crecer, pocos se detienen a contemplar y mucho menos a disfrutar.

Hoy por ejemplo me detuve a analizar “el Poder de un abrazo”.

Aquel apretón que te estrecha tan cerca de alguien, permitiéndote sentir el palpitar de su corazón, recordándote el complejo y maravilloso milagro de la vida que ahí yace.

Abrazar es un acto con la capacidad de expresar tanto, aún en las ocasiones en las cuales las palabras son insuficientes, torpes o inoportunas. Sí, es verdad que un abrazo puede decir más que mil palabras… y lo mejor de todo es que lo puede hacer a través de un profundo silencio.

Por otra parte, aunque nuestros brazos no son el sol, guardan el calor suficiente como para abrigar a aquella alma que se encuentra atormentada por el frío de la pérdida, el dolor, la soledad o la desesperanza.

Además, un abrazo tiene el poder de llegar a lo más profundo de un vacío abismal y llenarlo, así como unir grandes distancias, y todo esto a través del vínculo perfecto… amor.

De tal manera que entre muchos otros beneficios físicos y emocionales, que los expertos podrían mencionar, quizá el valor más importante que un abrazo puede agregar a nuestra vida, es aquel que proviene de aquel que siendo Rey, no se aferró a su condición, sino que decidió dejar el esplendor de su Gloria, para convertirse en el Buen Pastor. Quien va en busca de la oveja perdida y hallándola sola, sucia y herida, con ternura la toma en sus brazos (¡Sí, la abraza!) y le da Salvación; o como aquel padre que aún después de haber pasado mucho tiempo, con amor sigue esperando al hijo que se fue lejos de casa y que a pesar de sus errores, al verlo volver arrepentido, lo recibe con brazos abiertos…

“Todos podemos dar un abrazo, pero no todos los abrazos tienen el poder de tocar y transformar vidas” (Abrazando Vidas)

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